Escuchar el mensaje en el silencio de la soledad, frase que recientemente leí y que me cimbró. Me hizo recordar todo lo que hay que hacer después de una gran aventura. Cuatro décadas y cada vez las experiencias se ponen más interesantes, lo curioso es que si no las recordamos en el “silencio de la soledad” pasan y se van. Eso es terrible, ya que cuando las estamos viviendo parecieran eternas y es real, pues el hoy es para siempre y no vuelve. No obstante nos fascina volver a recrear lo que nos hizo felices, lo que disfrutamos, simplemente lo que nos hizo sentirnos vivos. En ocasiones puede ser una comida, un juego, ciertas personas o toda una serie de acontecimientos que te transforman y no te dejan en paz.
Cuando vives esto último, la paz vuelve cuando recreas aquello que viviste, con música, olores, escribiendo como lo hago ahora, viendo fotos y así vuelves a vivir aquello que te hizo feliz. Resulta que en esta ocasión, mi cana al aire delatará que cuanto más años tienes, más aprecias aquello que podría parecer sin importancia; la naturaleza por ejemplo, los pequeños placeres y las buenas compañías. Cuando eres joven buscas fiestas, cosas que hacer, pero extremas y si son simples como tomarse un café frente al mar, a nadie le interesa.
Recuerdo en mi soledad, escribiendo frente a mi computadora, una imagen solitaria, que enclavada entre la maleza mira a sus visitantes, es sencilla, pequeña pero imponente ya que se encuentra rodeada de verde esmeralda. La pirámide Maya que se encuentra en la Caleta Chakalal, en Puerto Aventuras México me dejó con la boca abierta. El agua clara, tranquila, tibia y por encima se comenzaba a asomar la luna, la luna azul. Entré y me bañé con las cristalinas aguas, me iluminaba la luna y me miraba una construcción ancestral. Un escenario que posiblemente en mi juventud no habría sabido apreciar, esta vez la edad me dejaba saborear un verdadero espectáculo, un evento que seguramente ha enamorado a más de uno y que seguro parejas de enamorados han visto fortalecida su pasión dentro de este oasis de belleza.
El silencio me recuerda al profundo y fresco cenote rodeado de mangles, tan altos que sirven para ser trepados y a modo de plataformas de salto pueden ser utilizados. El cenote sin nombre que yo bauticé como “vuelve a la vida”, ya que si lo visitas con historias problemáticas o sin amor, lo más probable es que dicho magnífico cenote te devuelva la vida, dada la belleza que posee. Nadar ahí es una gozada, es una paz ensordecedora que da armonía.
Para llegar a éste hay que caminar sobre un puente de madera interminable que pareciera se encuentra suspendido en la maleza. Hay tanto verde alrededor que no es creíble, el sol brilla y el sonido de los animales se escucha como sinfonía. Un espectáculo que años atrás posiblemente ni hubiera visitado.
Los colores del Caribe Mexicano, la comida pero principalmente su gente es pura magia. A cualquiera enloquece y a más de uno hace dudar si habitar ahí sería una buena decisión. Tulum, la ciudad amurallada tiene una especie de conjuro haciendo que sus visitantes, sobre todo los que somos más sensibles, se sientan enamorados del lugar y ¡hasta piensen quedarse a vivir! Con un calor de más de 30 grados Celsius y una infraestructura poco moderna, sino que por el contrario rústica o como ellos lo llaman “hippie chic” te fascinas con este lugar y ansías que vuelva el día en que regreses para vivir todo aquello que gracias a la edad aprecias sin parar.
Gracias vida por darme la oportunidad.
Canas al Aire 